Nos creemos tanto nuestras propias mentiras que acabamos viviendo en ellas. Hasta que llega un día que te planteas en qué momento te la empezaste a creer y ella misma se delata. La vas arrancando las ropas poco a poco; ella se queja entre mohínes. ¡Qué precioso rostro! Rostro bello capaz de embaucarme durante años, te destruiré en mil pedazos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario