lunes, 18 de enero de 2016

Ayer vi un muerto y como si nada.

Ayer vi un muerto y como si nada. Iba yo tan tranquila de camino a casa, nunca había visto a alguien sin vida, pero es que en este caso concretamente la persona estaba fríamente tapada con un triste plástico y en el suelo. Supongo que es el procedimiento reglamentario en estos casos, y es que no pude evitar no sentir nada. Era todo tan sintético… ¡como si fuera un hospital! Así se está volviendo la sociedad, ya lo avisaba Aldous Huxley en Un Mundo Feliz con gente tan apartada del significado de nacer, crecer, envejecer y con ello morir. Señores, hay que empezar a plantearse en qué nos estamos convirtiendo y hacia qué dirección nos movemos. No es normal estar tan desligados de la muerte.

Esta mañana estoy viendo las noticias y oigo tropecientas cifras de gente muerta y como si nada. Es horrible que esté yo misma tan insensibilizada… ¡Solo son cifras! Así nos lo pintan y así lo creemos. ¿En qué punto tomamos el camino de la asepsia y la esterilización de los sentimientos? Así vivimos, huyendo de esta mujer vestida de negro a la que llaman Parca, tomando pastillas para escapar de su encuentro y del miedo que nos infunde, un terror que nos han ido labrando desde jóvenes en el cerebro para que seamos más dependientes de un Estado que “nos deja ser libres”.

lunes, 11 de enero de 2016

Hijas de Eva.

De mi pecho,
mis caderas,
de mi culo,
mis ojos,
mi sonrisa.
De mi pelo,
de mis piernas,
de mi boca
todo se puede aprovechar
si tienes pene.
El caso es que me da pena
desperdiciarlo en una noche
de desenfreno carnal,
más bien del sinfreno de tu carne
llena de ansia.
No quiero un amor
gestado de la desesperación
que albergas en tu cuerpo.
No soy un alma domesticada,
un saco de carne
con que alimentar a tus perros.
Mis huesos, no están hechos de aire,
peso con todo mi cuerpo,
es la fuerza de la tierra
que me atrae hacia el suelo.
Y la siento,
la hago temblar cuando bailo
y muevo mis caderas
y me deslizo desenfrenada.
Está en mi especie,
mi intinto animal
me insta a mover la tierra
cargando el peso en mis pies.
Quizás sea mi condena quererme por sentirme mujer descendiente de Eva,
tanto, como para no someterme a un Adán que me haga sentirme culpable por su pecado.