lunes, 11 de enero de 2016

Hijas de Eva.

De mi pecho,
mis caderas,
de mi culo,
mis ojos,
mi sonrisa.
De mi pelo,
de mis piernas,
de mi boca
todo se puede aprovechar
si tienes pene.
El caso es que me da pena
desperdiciarlo en una noche
de desenfreno carnal,
más bien del sinfreno de tu carne
llena de ansia.
No quiero un amor
gestado de la desesperación
que albergas en tu cuerpo.
No soy un alma domesticada,
un saco de carne
con que alimentar a tus perros.
Mis huesos, no están hechos de aire,
peso con todo mi cuerpo,
es la fuerza de la tierra
que me atrae hacia el suelo.
Y la siento,
la hago temblar cuando bailo
y muevo mis caderas
y me deslizo desenfrenada.
Está en mi especie,
mi intinto animal
me insta a mover la tierra
cargando el peso en mis pies.
Quizás sea mi condena quererme por sentirme mujer descendiente de Eva,
tanto, como para no someterme a un Adán que me haga sentirme culpable por su pecado.


No hay comentarios:

Publicar un comentario