jueves, 10 de diciembre de 2015

Dieciséis horas.

Me miraron la mandíbula,
como a un perro.
Me hacían mear en un bote
mientras miraban.
Luego,
tomaban muestras
y estudiaban la acidez de mi orina.

Me estrangulaban con pastillas,
dos por la mañana,
dos por la tarde,
una por la noche...

Visitas solo de seis a siete,
chicas atadas a las camas
con vías en el alma,
con arrugas en el corazón,
sanguinario músculo
que se iba apagando poco a poco,
sin sístole ni diástole
solo bombeaba veneno.

Dieciséis horas entre cuatro paredes,
estas no eran blancas sino de cristal.
Dieciséis horas mordiéndome la piel,
a dentelladas contra el tiempo.

Comenzaba así mi pesadilla,
la amenaza frenética contra el ser,
Mi tragi-comedia de nanzis rubias
y tallas M, 38 38 38 38383838383883838383883838383

El descontrol engendra más descontrol,
nos hace sumirnos en una marea negra,
un prestige que se va a pique
y que ha nublado todo el mar con su carroña.




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